Los chakras inferiores corren a lo largo de las piernas por debajo del chakra raíz Muladhara. Son vinculados a los instintos animales, y al inframundo Patala de la tradición hinduista, que afirma que el universo se divide en tres mundos: Svarga (reinos celestiales), Prithvi (tierra) y Patala (los reinos subterráneos).
De las siete regiones o lokas que componen al subterráneo, la segunda Vitala, es gobernada por el dios Hara-Bhava (una forma de Shiva) que junto a sus asistentes (incluyendo fantasmas y gnomos) es el amo de las minas de oro. Aquí él goza de la unión sexual con su esposa Bhavani, diosa de poder y justicia. Sus líquidos sexuales fluyen hacia el río Hataki. Cuando el fuego se alimenta del viento y de este río, chisporrotea un tipo de oro llamado Hataka. Los residentes de este reino están adornados con el oro de esta fuente. Esta fuente de energía es el coraje, aquello que nos mueve a realizar actividades, pero que de albergarse sin dejarlo fluir, provoca resentimiento, lo que intoxica nuestros cuerpos con hormonas del estrés y finalmente, nos enferma. Vitala nos enseña que la energía llameante de la cólera puede ser efectivamente beneficiosa para alcanzar nuestros objetivos, pero que de no dejar ir la emoción, nos consumirá por dentro. El chakra Vitala ubicado en los muslos, regula la ira y el resentimiento. El atributo contrario para equilibrar este chakra es el perdón, es decir, cortar con el deseo de venganza, recordando que los primeros beneficiados de perdonar somos nosotros mismos.
A través de la metáfora de los submundos, el hinduismo describe a los chakras inferiores, no como algo que debamos negar o repudiar, sino como parte de la naturaleza humana, y como aquello que una vez trascendido y canalizado, nos ayuda a acceder a los estados superiores de conciencia. Superar a la ira, nutre a nuestro chakra del plexo solar, Manipura, lo que nos otorga de combustible y voluntad para alcanzar nuestras metas. El enojo no es algo negativo, o algo qué cortar: Cuando hay ira, es una clara señal de que algo necesita ser resuelto. Si enfocamos esa energía a resolver, seremos rápidos y efectivos, pero si la canalizamos hacia quienes nos rodean, podríamos lastimarlos. Con posturas y respiraciones yóguicas, podemos dirigir nuestra fuerza vital de ira y obtener resultados positivos. Sólo aceptando nuestra oscuridad, somos capaces de trascender hacia la luz.
En palabras del psicólogo Carl Jung: "Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca" y "Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma".