martes, 24 de mayo de 2016

Mercurio Retrógrado: Retrayendo la flecha antes de dispararla.

“¿CÓMO INFLUENCIAN LOS PLANETAS A MI VIDA?”

En realidad, la pregunta está mal formulada. Si la manecilla horaria del reloj apunta a las 9 ¿Qué hora es? Las 9. Claro, parece obvio. Ahora ¿La manecilla horaria “hace” que sean las 9? ¿No, verdad? La manecilla “marca” la hora, pero no la “hace”.

El reloj más grande del ser humano es el cielo. A través del tiempo, diversas culturas se han dedicado a observar el cielo y a hacer registros minuciosos sobre los movimientos planetarios. Desde entonces, para medir los ciclos en la tierra, han agrupado aleatoriamente a estrellas en constelaciones alineadas en una faja celeste (los números del reloj), y han registrado el tránsito de los planetas sobre esta faja (las manecillas).


Así la humanidad ha sabido medir los movimientos del cielo y hacer predicciones muy precisas acerca de acontecimientos en la tierra, desde algunos muy evidentes, como el cambio de estaciones, tiempos de siembra y cosecha, mareas y migraciones animales. Sin embargo, los seres humanos somos parte de ese ecosistema, y como tal, tenemos ritmos internos emocionales, mentales, de vigor sexual, del subconsciente, entre otros. Por ejemplo, desde la antigüedad notaron el símil entre los 28 días lunares y la menstruación, o los ciclos de comunicación- introspección que se renuevan cada 3 meses aproximadamente. El planeta no hace el ciclo, lo MIDE.


“ENTONCES ¿QUÉ CICLO MIDE UN RETRÓGRADO?”

Un Retrógrado es un efecto visual que tiene un planeta de ir hacia “atrás” en su tránsito habitual a través del zodíaco (la faja de constelaciones), y ocurre debido a la estructura heliocéntrica de nuestro sistema solar. Esto es interpretable desde un punto de vista astrológico como un “retroceso” en la energía representada en ese planeta, como si las manecillas del reloj se fueran en reversa de cuando en cuando. Algunas veces, un Retrógrado implica volver al signo zodiacal anterior, el cual ya se sentía aprendido y trascendido. Igual que circunstancias que parecían resueltas, o relaciones concluidas, parecen dar vuelta atrás y reaparecer en nuestras vidas. ¿Por qué? O más bien ¿Para qué?

Para quien sea pesimista, un Retrógrado parece ser en el peor de los casos una maldición, si no es que un estancamiento o pérdida y tragedia. Sin embargo, para aquellos bebés de luz que intuyen una bendición en toda circunstancia, el Retrógrado parece una oportunidad de rectificar y reafianzar decisiones tomadas anteriormente, y la oportunidad de darse un momento de introspección antes de lanzarse hacia sus objetivos. Todos necesitamos un “break” de vez en cuando ¿no? Tú decides si esperas ver al Retrógrado como caer a un hoyo en el suelo, o como una flecha retrayéndose en reversa justo antes de ser disparada muy al frente.




“¿Y RETRÓGRADO EN MERCURIO?"
Mercurio representa al mensajero de los dioses, la energía de la comunicación, tanto con quienes nos rodean, como la autocharla que ejecutamos en el interior de nuestra mente: el pensamiento. Mercurio cae en Retrógrado 3 veces al año, y acabamos de salir de uno el día de ayer, 22 de mayo.

Normalmente no se recomienda realizar contratos de ningún tipo, compras o convenios importantes durante este proceso, ya que la eficiencia para la comunicación oral u escrita se ve nublada durante este tránsito planetario. Es un momento de retracción de la energía comunicativa, y una oportunidad de observancia de nuestro estado actual, de observar lo que hemos sembrado hasta entonces, y lo que empezaremos a cosechar una vez que salgamos del Retrógrado.

“¿QUÉ SIGNIFICA EL FIN DEL RETRÓGRADO DE MERCURIO PARA CADA SIGNO?


Este domingo 22 de mayo, Mercurio terminó su Retrógrado a la 1:21 pm hora universal, y empezó su tránsito en Tauro, lo que marca un ciclo favorable para entablar negocio y crecer en abundancia material. Por otro lado, requerirá de más paciencia y concentración para digerir mentalmente eventos complejos. En general es algo positivo, pues abre los canales de comunicación y las personas pueden llegar a mejores arreglos a través de la palabra ¿Cómo entra Mercurio en Tauro para cada signo?

Aries: Aumenta su intuición para leer el lenguaje del coqueteo. Tiempo de invertir en mejorar la casa y refrescar sus ambientes.
Tauro: Llega su nuevo “año de vida”. Se reaviva la flama del amor, posible nuevo romance. Volver a empezar, es momento de aprender cosas nuevas, realizar mudanzas y viajes.
Géminis: Su regente Mercurio entra en Tauro, el signo del amor y el bienestar material. Sin derrochar, es buen tiempo para compra-venta, o empezar un negocio propio. Su lenguaje y ánimos se tornan tiernos y cariñosos.
Cáncer: Le llega la oportunidad de enmendar sus palabras en el plano del amor, o con familiares y amigos. Buen tránsito para las ventas, pues gana persuasión.
Leo: El felino despierta su lado intuitivo en este tránsito. Conecta con su habilidad para leer a los demás, mientras sus corazonadas resultan ciertas y sus sueños significativos.
Virgo: Su regente Mercurio lo respalda en este agradable tránsito en Tauro. Muchas fiestas y actividades sociales en puerta, Virgo podrá tener citas más seguido.
Libra: ¡Felicidades! Se le abren las puertas del cielo para recibir ingresos económicos. Formalización en relaciones sentimentales, o incluso la oportunidad de reconciliación amorosa.
Escorpio: Excelente nivel de energía para el ámbito profesional, oportunidad de expansión, viaje y estudio. Un momento de mucho disfrute de su estado civil, ya sea en pareja o soltero.
Sagitario: Aumenta su interés por develar los significados y secretos de la vida, mientras su actitud carismática magnetiza a todos a su alrededor.
Capricornio: Este tránsito le confiere una carga extra de energía y vitalidad, su coherencia en comunicación con otros se vuelve profunda, lo que le abre la puerta a las ventas.
Acuario: Su comunicación amorosa se vincula a la naturaleza y al aire libre. Entra en un tránsito de mejoramiento personal, por lo que el cuidado de la salud aumentará su efecto positivo, ya sea en alimentación, ejercicio o relajación.
Piscis: Ciclo de cosechar lo que se ha sembrado. Tránsito de recreación para los peces, fiestas y muchas actividades, mientras el amor se vincula al entretenimiento y al arte.

lunes, 1 de febrero de 2016

...Y cómo pasé a ser Pitta?? :@


Así como lo oyen... El último cuestionario que contesté sobre medicina Ayurvédica me dio un resultado diferente al que tenía siendo más jóven: Pasé de ser un Vata a ser un Pitta. A ver ¿De qué está hablando este loquito? De los "doshas" o tipos psico-corporales de personas. Vata (aire, eter, nervioso), Pitta (fuego, agua, bilioso) y Kapha (tierra, agua, flemático). Les hice una tablita para que quede más claro.



La última entrada "Y como buen Vata" la escribí hace tiempo, y la publiqué apenas la semana pasada como punto de referencia a esta nueva entrada "Y cómo pasé a ser Pitta?".

Pues bien, antes de proceder, debemos tener bien en claro que los 5 elementos están todos presentes en nuestra estructura corporal, y el equilibrio de cada uno determinará tu estado de salud física, mental y emocional. Esto significa que tenemos TODOS los doshas en mayor o menor grado. Y si han visto el Avatar, recordarán que para poder conectar con todo su poder y capacidades, Aang debe aprender a dominar TODOS los elementos, y eso nos pasa a nosotros también: Cuando equilibramos los elementos en nuestra composición, entramos en el estado Tridosha. Si te ocurre, se te van a prender los tatuajes como a Aang y te van a brillar los ojos en modo-poseído... (No es cierto, sólo normaliza tus condiciones fisiológicas)(homeostasis, para los médicos que nos lean).



Y les cuento que hasta hace poco más de un año, mi tendencia de mayor a menor era:
*Vata-Pitta--------(y bien abajo) Kapha.

Y de pronto, el último test que respondo, me aparece como:
*Pitta-Vata---------(y bien abajo) Kapha.

Pues ¡¿qué me pasó a lo largo de este año?! Debo decirles que, efectivamente, sentí que volví a nacer. Mi apreciación de la vida es muy diferente, mis perspectivas, estados de ánimo e incluso mi cuerpo muestra ciertos cambios notorios frente al espejo. Pasé de ser un palito, a ser un palito que se le marcan los músculos. Y migrar de un dosha a otro NO es sencillo, se trata de un proceso de transformación para dominar y equilibrar todos nuestros elementos. Y la clave: Ejercicios, Alimentación y Compuestos Herbales (todo específico, claro está) y la transformación de la mente y emociones a través de la Meditación.

No soy perfecto ¡pero encontré mi paz! Falta mucho por aprender, y sobre todo del elemento Tierra de Kapha, pues un Vata vive siempre levitando y a veces se le olvida pisar suelo firme.



Poder conectar con este elemento en mi vida, significaría ser capaz de ser un hacedor y no sólo un pensador, y físicamente significaría encontrar cómo hacer para subir de peso. Porque aunque no me lo crean, como de todo, a toda hora, y no subo nada.
"Carlos ¿Y si comes más?"
Pues voy más al baño (Ups).

Pero esa es mi trayectoria como yogui, refinar el balance de mi propio cuerpo y ayudar a otros que como yo aspiran pacientes a encontrar la mejor versión de sí mismos. En la próxima entrada, "...Y cómo pasé a ser Pitta, parte II", donde especificaré cómo logré en un año el primer objetivo para armonizar mi cuerpo: Pasar de ser Yin a Yang, o de tener composición fría a caliente.
Namasté!

miércoles, 27 de enero de 2016

Y como buen Vata

Y COMO BUEN VATA…

…es muy probable que estos mini articulejos tengan principio, pero batalle en darles continuidad.

¿De qué habla este loco? De dejar de tener buenas ideas, para empezar a tener buenos proyectos, y en la explicación trataré de ser breve. Me llaman Carlos, Yogaterapeuta, y mi no diagnosticado trastorno de la personalidad: esquizotipia (un tipo apartado, casi ermitaño, que tiende a percibir su mundo a traves de un pensamiento mágico generalizado, siempre simbólico, lleno de metáforas y de interpretaciones, algo así como Jesús). Aplicando el eufemismo, eso me convierte en una persona imaginativa, inquieta y casi etérea, que tiene muchas buenas ideas, pero que siempre le es difícil aterrizarlas: literalmente, ando en las nubes.

Pero los tipos de personalidad no son algo nuevo, si bien es cierto que lo nuevo son los términos occidentalizados y simplistas que les otorgamos. Siempre existe en mí esa tendencia a buscar los orígenes de todo, inclusive de cierta teoría, y es esa una de las razones primordiales por las que tengo tanta afición por la Yoga y la cultura Hindi: Porque más atrás del pueblo indo-europeo, y los escritos de los Vedas, ya todo es prehistoria, y no sabemos de dónde vinieron, ni qué civilización los antecedía (¿Quizás la Atlántida?, o los alienígenas, dirán los aficionados a las teorías conspiracionistas, argumento peligroso, porque entonces ¿Quién antecede a los Pleyadianos y demás razas extraterrestres?) Ese paréntesis fue sumamente Vata (Y dale…).



A lo que voy es que la cultura Védica ya tenía estudios y teorías bastante panorámicas acerca de la psicología humana, en una visión por mucho más holística y completa, que no sólo se limitaba a los procesos cognitivos y de conducta del ser humano, sino a una integración mente cuerpo, lo que da como resultado los “temperamentos” de Hipócrates, y más atrás aún, los biotipos o “doshas” de la medicina de la India: El Ayurveda. Y es de la medicina aryuvédica de donde tomo prestada esta palabrilla, el Vata, que se complementa con otros dos principios metabólicos: El Pitta y el Kapha.

Vata (aire y espacio), Pitta (fuego) y Kapha (tierra y agua) son lo que occidentalmente podríamos conocer como Nervioso, Colérico y Flemático, o las menos conocidas constituciones físicas, Ectomorfo, Mesomorfo y Endomorfo.



Pero el Ayúrveda, siendo una de las teorías médicas más antiguas (y por tanto, de las que han tenido más tiempo para refinarse) va más alla de proporciones físicas, fluidos corporales o psicotipos: Dosha, literalmente significa “carencia”. Entonces, la Medicina Aryuvédica ve al individuo, no como un conjunto de virtudes, sino como un conjunto de deficiencias. No me sobra, por tanto, aire y espacio, sino que me hacen falta el fuego, la tierra y el agua en mi vida (elementos necesarios para hacer un jarrón de barro, es decir, mi cuerpo, y es esta la razón por la que Vata se disasocia tanto de su lado material, tiende a descuidar sus necesidades físicas, y va en pos de un mundo idealista, vaporoso y espiritual). Vata entonces, es muy delgado, mientras que Pitta resulta un tanto más corpulento, y Kapha tiene una tendencia a la gordura.

Toparme con tal teoría sólo me hace reconsiderar todas y cada una de mis experiencias que inevitablemente van a dar a un punto: Soy un estereotípico Vata. Etéreo, soñador, desapegado, huidizo de la realidad, sumamente delgado, de venas saltonas, inquieto, pensativo, introspectivo y ansioso, con una tendencia a quererme convertir, literalmente, en vapor o aire, a veces incluso, al grado de querer saltar por la ventana. De eso, justamente, tratará todo este blog: De los pasos a seguir de este aparentemente insalvable ser vaporoso para poder tocar tierra, meter raíz, y entonces solventar todas las carencias de mi naturaleza para poder llegar a un equilibrio, es decir, aprender a llegar a ese punto medio que tanto predicó el Maestro, Siddharta Gautama.



lunes, 25 de enero de 2016

Mi viaje a La Región más transparente


En vísperas de mi regreso a Ciudad Juárez, a menos de 9 horas de pisar mi terruño, región polvosa, y con gente de esa que amas hasta la tumba, me voy entusiasmado por haberme percatado de lo mucho que he aprendido.

Para empezar, que San Luis Potosí me recibiera como la azotea del mundo, el asiento incómodo de roca que las nubes escogieron para posarse. Humedad, frío, y mi tos de perro para enmarcar el momento. Agradecido por tan buena compañía, mis dos hermanos que elegí en esta vida.

De los primeros y pocos museos, alcobas del saber que visitamos. Paradójicamente: el museo nacional de la máscara. Para darnos cuenta de que lo de menos es el material, adornos, o figuras de aquella cara que oculta quien somos, y que en realidad, siempre cargamos una máscara con nosotros. Mi misión de viaje, del eterno viaje de la vida: quitar las envolturas, los falsos rostros que me cubren en capas, y descubrir debajo de todos ellos, mi rostro original.
Entender de pronto lo hermoso del viaje, y por lo que realmente valen la pena los pies hinchados, el hastío de andar, a veces sin rumbo, y las ganas incontrolables de dormir para siempre: las sorpresas que nos deparan a la vuelta de una esquina; aquellas por las que volveríamos sin dudar a un lugar como San Luis. Buena comida, excelente ambiente, y una mejor compañía. El placer de la sorpresa, y de recibirla juntos.

Y lo que realmente vale la pena, es cierto, se comparte. Compartir la caminata, una buena conversación, una comida. Compartir con nuestros compañeros de viaje, y compartir con uno mismo: con mi lengua, con mis tripas, compartir mi respiración, tan fisiológica con lo trascendental de la meditación. Mis dos mundos, mis dos grandes amores: mis amigos y familia, y mi mundo interno de la experiencia surreal de la mente.

Compartamos pues, un tatuaje de henna:

La culminación, excusa y motivo del viaje: El Encuentro Internacional de Yoga. Motivo de gran liberación, de purificación del morbo y de deshacerse de la percepción del cuerpo como un pecado, como algo sucio que debe ser, si bien le va, ignorado, y en el peor de los casos, flagelado hasta la muerte. A "SER libres" nos llama el Yoga.

Pero bien dicen que todo por terminar se acaba. Y para sintetizar el Congreso, lo haré desde dos perspectivas: Si habla mi  obsesivo interior, diré que el evento dio mucho que desear respecto a logística, pero fue más que perfecto en contenido. No juzgar a un libro por su portada.


Y de ser hasta 6, quedamos tres, y la bellita se nos regresó en el camino. Es interesante descubrir quiénes son buenos compañeros de viaje, y cómo armas un equipo de vida, listo para hacer una hermosa producción de cine arte con tu cotidianidad. Uno, el ordenado, el agenda, el schedule de viaje. Otro, el que entiende siempre en dónde estamos parados, y a dónde hay que ir, la brújula y mapa humanos del equipo. Y quien aporta el lado humano, menos mecánico y robótico del órden y la ubicación: el espíritu del disfrute y de la contemplación de la belleza. Mejor trabajo en equipo no pude encontrar. Mucha luz ¿no? Y estos dos robotitos, autistoides, extrañaron a la princesita empática, y tuvieron que aprender solos a vislumbrar y vivir la belleza, el Zen del momento.


Y aprender a mimetizarse, a pasar desapercibidos, a dejar de ser turistas y convertirse en parte de la cotidianidad. Andar en sus calles, contemplar las manifestaciones sociales resguardadas por granaderos, los porros, clásico de las capitales. A usar a nivel PRO uno de los sistemas de metro más concurridos, caóicos, y (aún así) funcionales del mundo entero.


Y recordar también que sufrir es también vivir, que a cada quién nos tocó cargar nuestro corsette, quizas de por vida, tal como Frida, que a través de mirar en su propio corazón, descubrió lo que nos es común a todos los seres humanos: el sufrimiento, el dolor desde el día en que nacemos. Eso la hace sublime, pues transforma lo más precario en algo bello, estético y profundo; eso la hace una artista universal.


Yo tan Frida, tan intuición y espíritu, y tu tan Diego, tan pragmático y aterrizado. ¿No? A veces también pasa al revés.


Gracias Frida, eres mi otra hermanita...


Como peregrinación, para una manda tal vez, llegamos como buenos fieles hasta la casa que pisara Su Santidad el Dalai Lama, representante del vilipendiado Tíbet, ícono de la quizás única gran religión que puede jactarse de no haber usado la espada como herramienta de construcción de sus pilares, sino sólo dos valores a seguir: Sabiduría y Compasión.


Y ante un altar tan hermoso, un honor meditar en la sala donde, de acuerdo al juguetón anunció, cientos de Budas se preparan...


Y la peregrinación no termina. No se trata sólo de honrar la coronilla de mi cabeza, ideales y trascendencia, sino el piso que tocan mis pies, mis raíces y origen, mi tierra madre. Es así como nuestros pasos nos llevan hasta Teotihuacán, la gran urbe de los Dioses. En el tumulto de los viajeros de todo el mundo, y en fechas del equinoccio de otoño, excusa de reunión en las pirámides para una gran concurrencia de freaks y newagers con sahumerios, ropas blancas, taparrabos, plumas y silbatos de jaguar: ahí entre tanta gente, nos saluda el padre Pirámide del Sol, al fondo, majestuosa, alta, otando al paisaje a su alrededor sin nada que le estorbe la vista. Aún antes de que yo la alcance, ella ya se percató de mi llegada, y me contempla con sus brazos abiertos.


El reto y la magia de alcanzar su cima, mitológica obra de las manos de fieles a la tierra. Tarea que comparto con mi hermana, mi cuñado y Leonel...


No pareció tan difícil ¿Cierto? La verdad es que llevo años preparándome para subir a la cima de La Pirámide, y ahora, después de la labor de toda una vida, llegar ahí es de lo más natural... Y eso que tengo vértigo, ansiedad por la inmensidad frente a mí.


Y parados sobre la pirámide lunar, desde ahí observamos el universo entero, o bueno, una representación de él en lo que sería un mandala teotihuacano...


La pirámide de la luna, tiene truco: es necesario meditar al descender. Al subir no es evidente, pero al bajar es cuando todo sucede. Los escalones son muy angostos y bastante altos, por lo que quien padezca de un poco de vértigo sólo verá una pendiente exageradamente inclinada, y se le antojará para caer rodando por ella. No se puede tratar de adelantar pasos: la única forma de bajar (y creo que su construcción fue intencional) es mirar UN paso a la vez. Meditar en cada escalón que pisas, justo en ese momento, ni adelantarte, ni voltear atrás. Teotihuacanos ¡Qué bárbaros!



Y Leonel se despide de la ciudad de los dioses, y de su compañero de viaje. Hasta pronto, little man.


¿Qué singular? Como una pirámide, el viaje en el que estuve completamente acompañado, de pronto me dejó solo, ahí, en la cúspide contemplándolo todo. Es verdad: al final, siempre estamos solos, el dilema egocéntrico, siempre estoy en mí. Aprender a compartir, y al mismo tiempo a caminar por la senda individual. Somos uno, y somos dos... Somos un infinito número de individuos aglomerados, pero solos, a fin de cuentas: tal como el Distrito Federal, urbe de contrastes, tan densamente poblada y a la vez, con individuos tan solos, perdidos entre la multitud. Tan cosmopolita y al mismo tiempo tan selvática (en su estilo de vida y en sus extensísimas áreas verdes).


Y así, comprendiendo mi contemplativa soledad, recae sobre mi cabeza el decidir a dónde ir, cuándo comer, cuándo descansar. Priorizar mis pasos. Muy diferente a la compañía, que nos pide consideración hacia nuestros compañeros de viaje: a sus deseos, sus necesidades e intereses. Pero no es así ahora. Y me veo aquí, de pronto, sentado en Chapultepec, en el audiorama In Xochitl in Cuicatl (en la flor, en el canto). Así lo llamó Salvador Novo, para describir un rinconcito musical de contacto con la naturaleza: casi un jardín secreto.

¿Y qué más me encuentro por aquí? El monumento a los míticos Niños Héroes (que ni eran niños, ni fueron héroes. Es más: Serios historiadores aún dudan de su existencia). Una mera historia de patriotismo, con semidioses que prefieren tirarse con su lábaro patrio, antes que entregarlo al extraño enemigo (extranjeros, vaya). Pero bueno ¡Viva México ca'ones!

Y no se puede viajar sin encontrarse con uno mismo. Con la propia naturaleza, que en mi caso, no es más que la tendencia de ser capaz de encontrar en la gran urbe enormes espacios de reencuentro con la naturaleza, áreas no violentadas por la actividad humana. Y literalmente, sentirme como San Francisco de Asís, meditando bajo un árbol y rodeado de los hermanos animales.

Tocar tierra, el mudra Bhumi-sparsha del Buda, que pide a su pasado el testimonio de su práctica de liberación. El arraigo, tan importante para un árbol para poder crecer alto. No hay liberación sin un trabajo que te anteceda, sin una cultura, un contexto histórico, ancestros, aquellos que representan todo lo que eres: la base de tu idiosincracia, lenguaje, estructuras de pensamiento, habilidades y "áreas de oportunidad" (por no decir, de tus pendejadas). Eso es la Historia, la Madre, nuestras Raíces. No podía tener un viaje completo sin encontrarme con todo esto, y qué mejor que el Museo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con una escultura muy ad hoc:


Ahí me encuentro con el Padre Sol, que clama por la sangre de sus hijos: tiene sed de nuestros corazones, que poderoso, toma entre sus manos.


Y la Madre Coatlicue, la de falda de serpientes, tántrica por excelencia. En ella reside la vida y la muerte, el nacer y el morir. Extrañamente, tiene su escandalosa equivalente en la religión hindú: Kali. Ambas, temibles y rodeadas de muerte, nos chingan la existencia. La Madre impregna en nosotros todas nuestras pulsiones y temores, introyecta en lo más profundo de nuestros corazones todo aquello que nos hará batallar por el resto de nuestros días. La Madre es castrante, nos niega a ser todo aquello que no es el Yo con el cual nos identificamos, terrible sí, pero también nos nutre. La Madre nos da vida, aunque nacemos muertos de su vientre, destinados a decir adios a esta vida, tarde o temprano. Coatlicue nos muestra la dualidad de la vida, y nos recuerda que esa realidad que nos carga en brazos es la misma que un día nos quitará la vida y la existencia, y que al final, nada muere sin nacer, y nada nace sin morir. El clisé del ciclo sin fin. Teme a la Realidad, porque es tu Madre. Ama a la Realidad, porque es tu Madre. La Castigadora y la Protectora, Bella y Cruel.


Finalmente me atrapó la lluvia, de esas nada comunes en el DeFectuoso. Y como un espectáculo en sí mismo, la gente sale de las salas de exhibición del museo para hipnotizados ver tremendo torrencial, una escultura viviente, no fabricada por el hombre...

Para el pobre y limitado arqueólogo-antropólogo, quien debe obedecer el status quo y no claudicar de los rígidos estándares que la Historia como ciencia impone, estas figurillas son meros jugueteos de alfareros, sin tomar a consideración la profunda filosofía mística que las envuelve, literalmente, tenemos dos cabezas...

Y como esperando mi visita, me topo con la exhibición de Visiones de la India. Pinturas del sur de Asia, del San Diego Museum of Art. Manuscritos, álbumes y hojas sueltas con grabados budistas, jainistas e hinduistas, una colección de 700 años(Me dio en mi pata de palo). Por una casualidad del destino, el INAH se preparó para mí, y me recibió con amor en su exhibición, cierre perfecto para mi viaje de interiorización, y como un serendípiti, pude visitar a la India en México.

Y finalmente, la plaza que me vio escribir esta visita, viaje a la región más transparente, aunque dude si yo mismo me refiero al Distrito Federal, o al silencio de terminar contemplando una ciudad en la soledad y la meditación, a la morada de mí mismo. Sin conocer a nadie, me integro al contexto urbano, y guardo silencio ante la voz que viene de mi interior.

Y así me despido de la ciudad de locos, y "¡hasta pronto!" le digo a todas las luces urbanas, a la brisa húmeda, para decir hola a mi ciudad y a mi gente.