Los chakras inferiores corren a lo largo de las piernas por debajo del chakra raíz Muladhara. Son vinculados a los instintos animales, y al inframundo Patala de la tradición hinduista, que afirma que el universo se divide en tres mundos: Svarga (reinos celestiales), Prithvi (tierra) y Patala (los reinos subterráneos).
El chakra Sutala, ubicado en las rodillas, regula los celos, es decir, la envidia de un bien ajeno, o el recelo de que el pretendido romántico llegue a ser alcanzado por alguien más. Todo esto obedece a la idea de que algo o alguien realmente nos pertenece, y al perderlo, sufrimos al tener que desprendernos. El atributo contrario para equilibrar este chakra es el derecho a tener confianza en nosotros mismos. El apego a los bienes materiales o a las relaciones puede ser trascendido una vez que cualquier idea de carencia sea erradicada de nuestros corazones, y que comprendamos que ya estamos completos.
A través de la metáfora de los submundos, el hinduismo describe a los chakras inferiores, no como algo que debamos negar o repudiar, sino como parte de la naturaleza humana, y como aquello que una vez trascendido y canalizado, nos ayuda a acceder a los estados superiores de conciencia. Superar los celos y la envidia nutre a nuestro chakra del plexo cardíaco, Anahata, lo que nos abre a nuestra fuente interna amorosa. Los celos y la envidia no son malos, sin embargo son un delirio, una idea errónea de que algo falta en nuestras vidas. Si comprendemos esto, y con apoyo de posturas y respiraciones yóguicas, podemos dirigir nuestra fuerza vital de celo y obtener resultados positivos. Sólo aceptando nuestra oscuridad, somos capaces de trascender hacia la luz.
En palabras del psicólogo Carl Jung: "Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca" y "Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma".
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